Rodrigo Álvarez: el poder de levantarse
Rodrigo Álvarez (22) es de Alto Hospicio, en Iquique. Es un joven muy alto, de pocas palabras al principio, pero con el tiempo se transforma en una tremenda compañía. Su historia comienza a escribirse de forma inesperada cuando apenas tenía 13 años, en medio de la celebración del cumpleaños de su sobrina.
Ese día, un líquido de burbujas en el suelo provocó una caída que terminó con un fuerte dolor en su pierna izquierda. Fue llevado de urgencia al Hospital de Iquique y, tras una batería de exámenes y una semana hospitalizado, le dieron la noticia que cambiaría su vida para siempre: debía ser trasladado a Santiago, ya que las máquinas en el norte no podían detectar con precisión lo que ocurría en su cuerpo.

Rodri y su familia.
Llegar a Santiago
Junto a su mamá, Juanita, y con la ayuda de su hermana —quien había llegado un día antes a la capital— comenzaron a hospedarse en distintos lugares gestionados gracias al trabajo de ella. A tan solo dos semanas del diagnóstico, Rodrigo fue derivado al hogar «María Ayuda», donde vivió durante varios años mientras recibía su tratamiento.
“Como era niño cuando me diagnosticaron, nunca le tomé mucha importancia a lo que me estaba pasando”, comenta.
Y agrega: “Dos meses después de mi diagnóstico falleció mi abuela, y la verdad es que estaba mucho más triste por eso que por lo que me estaba pasando a mí, porque no entendía mucho de qué trataba el asunto”.
En 2020, Rodrigo y su mamá llegaron a Fundación Camino. Venían de una larga etapa en otro hogar, por lo que el cambio no fue fácil.
“Al principio no me gustaba mucho, me costaba sentirlo acogedor y yo estaba acostumbrado en el otro hogar”, confiesa. Sin embargo, con el tiempo se fue sintiendo parte de esta nueva casa. “Las personas que trabajan acá son muy cariñosas, especialmente la Tía Michi”, dice con una sonrisa.

Rodri en Fundación Camino.
Encontrarse con el deporte
Uno de los momentos más importantes en su camino fue descubrir el deporte, en particular el para powerlifting. A los 18 años, después de que le pusieran una prótesis en su pierna izquierda, comenzó un proceso de rehabilitación en la Teletón de Iquique. Fue ahí donde conoció a un amigo que le cambió la vida.

Rodrigo en competencia.
“No tenía idea que era para competir, entonces fui como dos semanas y la profesora me mandó altiro a competir. Estaba súper nervioso porque esa vez tuve que viajar sin nadie de mi familia y la verdad es que no sabía mucho de la disciplina”, cuenta.
Cinco años después, Rodrigo ha hecho del para powerlifting su pasión. Lleva varias medallas colgadas en su cuello y ostenta un récord de 135 kilos levantados en pressbanca. Su disciplina, esfuerzo y perseverancia lo han convertido en un verdadero ejemplo de superación.

Rodrigo Álvarez Vega.
Hoy, Rodrigo y su mamá Juanita visitan de vez en cuando Fundación Camino para asistir a sus controles. Son parte de los inicios de Casa Camino, y para muchos, verlos volver es reencontrarse con los primeros pasos de este hogar.
“Con todo esto que me ha tocado vivir me siento muy agradecido por las personas que me ha tocado conocer, en el hospital, aquí en Fundación Camino, en el deporte y por sobre todo estoy muy agradecido de mi familia”.

Rodri y su familia.