El comienzo de un cambio inesperado
Michael Echeverri Alférez tiene 17 años, es de Antofagasta y sus padres son colombianos. A los 12 años, su vida cambió cuando fue diagnosticado con linfoma de Hodgkin.
El linfoma de Hodgkin es un cáncer que afecta el sistema linfático, encargado de defender el cuerpo contra infecciones y enfermedades. Esta enfermedad ataca a los linfocitos B, células que producen los anticuerpos para proteger el organismo.
En 2020, Maiki notó un cambio repentino en su cuerpo. “Me salió una bola entre el cuello y la clavícula de la noche a la mañana, era un poco más grande que un limón”, recuerda.
Al principio, pensó que podía ser solo un resfriado. “Me sentía un poco raro, pero no tenía síntomas”, comparte. Sin embargo, sus padres notaron la inflamación de inmediato y consultaron a especialistas. Tras varios exámenes, fue derivado al Hospital de Antofagasta, donde recibió el diagnóstico.
Un tratamiento largo, pero con un buen final
Los primeros momentos fueron difíciles. “Pensé que estaba todo perdido”, admite. Sin embargo, al saber que existía tratamiento y esperanza de cura, tomó una decisión junto a su mamá: “Sin dudarlo, aceptamos el tratamiento. Fue un proceso largo, pero tuvo un buen final porque me curé”.
Sin embargo, un año después, cuando tenía 13 años, la enfermedad regresó. El nuevo tratamiento no tuvo el efecto esperado, por lo que los médicos intentaron controlar el avance con radioterapia.
“Luego de un ciclo de quimios, me ofrecieron la oportunidad de un autotrasplante, ya que era candidato. Desde el inicio me dijeron que tomaría tiempo, que la espera sería larga, aproximadamente seis meses, pero al final fueron algunos más”, explica.

Maiki con su mamá Alejandra.
Un nuevo hogar en Santiago
En ese proceso, Maiki y su mamá, Alejandra, llegaron por primera vez a Fundación Camino. Viajaron a Santiago para acudir al Hospital Calvo Mackenna, donde realizaron la recolección de sus células madre para ser trasplantadas posteriormente.
La segunda vez que llegó a Casa Camino fue para el autotrasplante. Esta vez, su estadía se extendió por varios meses.
“Me gustaban mucho los talleres y las actividades que se hacían aquí en la casa. Tener este tipo de espacios es de mucha ayuda cuando estás en una situación como esta”, dice Maiki.

Actividad de manualidades en Casa Camino.
Durante su tiempo en la Fundación, encontró un apoyo fundamental tanto para él como para su familia. “Aquí vas a encontrar personas muy simpáticas y amables”, destaca.
Un futuro lleno de desafíos y sueños
A pesar de todo lo que ha vivido, Maiki conserva una actitud admirable, llena de energía y optimismo. Este año retomará sus estudios en el colegio, un desafío que enfrenta con los nervios normales de volver a la rutina.
Actualmente, es parte de la Red de Egresados de Fundación Camino y viaja periódicamente a Santiago para sus controles médicos. Su historia es un testimonio de resiliencia, y su alegría sigue dejando huella en quienes lo rodean.
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Su mensaje para todas las niñas, niños y adolescente que estén pasando por un momento similar es el siguiente: «hay que tener paciencia, mucha paciencia, ya que los procesos son largos pero lo importante es no rendirse».

Cumpleaños N°16 Maiki en Casa Camino.